21.3.12

Día Internacional de la Poesía

Neruda dijo "La poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita".

Hoy es el Día Internacional de la Poesía. Algunas personas necesitamos la poesía. Leerla, pensarla, disfrutarla. Algunas personas escribimos algo parecido a poesía. Simplemente, escribimos y las palabras se cortan solas, formando pequeñas frases (o versos). Es algo que sale solo. No está premeditado y no tiene pretensiones de nada. Ni aires de grandeza. Es puro sentimiento. Mera reflexión. Observar un árbol, el río, el pato que vuela y se posa en el río. Fundirse con la naturaleza mientras sentimos, añoramos a los que no están, a los que sin remedio se alejan de nuestra vida. Buscamos la esperanza y soñamos con algo mejor que siempre está por venir.

Yo siento esa necesidad. Tengo amigos, que me quieren bien, y me dicen "escribe, se te da bien". El que necesita la poesía no escribe para nadie, escribe para sí mismo. Es lo más egoísta del mundo. Estamos tristes, melancólicos, y queremos consuelo, alegría para poder continuar. O quizá sentimos la felicidad y la esperanza en un amor que comienza, en gente que te reconcilia con tu día a día y sentimos esa necesidad de gritarlo a los cuatro vientos, de que todos lo sepan. Creo que los poetas o esas personas como yo que sienten esa necesidad de escribir somos egoístas y vanidosos y además, nos gusta ser protagonistas. Algo así como los periodistas. Pero, sin embargo, son muchas más las cosas que escribimos para nosotros que para alguien y si enseñamos o publicamos -ahora en internet es fácil- aquello que escribimos es el mayor acto de valentía que hacemos. Mostramos nuestra intimidad, nuestros sentimientos... pero no nos importa y seguiremos escribiendo, lo hagamos bien o mal, porque es como somos y lo que somos. Da igual que haya gente que te diga que lo haces bien o mal.








Yo soy eso.


Cuando tenía 15 años leía a la Generación del 27, a Neruda, y a Machado, a Baudelaire -aunque no lo entendía...-, descubrí y conocí a poetas de mi ciudad. Me gustaba irme al parque a leer, a escribir, sola. Hoy, 16 años después sigo haciéndolo.

 Conservo un libro, ya amarillento por el paso del tiempo, 'Poetas del 27. La Generación y su entorno. Antología comentada'. En la última página aparece escrito a lápiz de mi puño y letra: 8-8-98 sábado. Recuerdo que fui al centro comercial de al lado de mi casa a buscar no sé qué y lo vi... (vaya, tenía entonces más dinero que ahora). No sé cuántas pesetas me costó. El libro tiene 800 páginas. Mi profesor de Griego del instituto, Jesús, me lo vio y me lo pidió prestado unos días. Pero no, no era una niña repelente era una niña a la que le gustaba la poesía. Tenía 17 años, me sentía muy madura...

Éste es uno de los poemas que más me gustaban (y me gustan):

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos. 

(Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, 1935)

FEDERICO GARCÍA LORCA


Recuerdo cuando mi profesor del curso de Escritura Creativa del Instituto Andaluz de la Juventud, el poeta Pablo García Casado, hoy director de la Filmoteca de Andalucía en su sede de Córdoba, dijo que teníamos que acostumbrarnos a escribir a ordenador... me pareció un disparate y una aberración. Pensé que era algo frío, extraño... Me acostumbré.